Siempre se ha dicho que “el conocimiento es poder” y yo añadiría que “el autoconocimiento es un super poder”.
Y digo “super poder” porque realmente nos ayuda a darnos cuenta de qué pensamientos y juicios nos rondan por la cabeza y nos limitan o nos provocan sufrimiento; qué emociones se activan en mí ante determinadas circunstancias y cómo regularlas y, finalmente, nos permite des identificarnos de este ego que nos gobierna a diario y así podernos conectar con el ser humano que somos.
Puede parecer que para los abogados no entre dentro de las competencias para ser “mejores profesionales” aprender a gestionar nuestra actividad mental y emocional. Puede parecer que únicamente somos mejores abogados si conocemos con mayor detalle las leyes, la jurisprudencia y verbalizamos más tecnicismos.
Pero no. Ser un mejor abogado también es tener capacidad de escuchar profundamente al otro; de empatizar con lo que le está ocurriendo; de gestionar y sostener las emociones de los clientes que muy a menudo acuden a nosotros desbordados y desesperados por la situación que están padeciendo; de saber hacer preguntar poderosas para descubrir cuáles son las verdaderas necesidades del cliente más allá de iniciar un procedimiento judicial. Todo esto también es muy importante.
Y para ello, será imprescindible conocerme a mí mismo/a antes para poder acompañar a los de a fuera. Solo sabré escuchar si me he escuchado antes a mí; solo sabré sostener las emociones de los otros si soy capaz de gestionar las mías.
Y es que, como bien dijo Maya Angelou: “La gente olvidará lo que dijiste y lo que hiciste, pero nunca olvidará lo que les hiciste sentir”.
Así pues, ya hemos llegado al principio de todo: Conocerme a mí mismo me va a permitir conocer, sostener emocionalmente y facilitar los conflictos y procesos de mis clientes y por eso es de vital importancia que empecemos por nosotros mismos.
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